cuento

 

Amor entre dos mundos 


Sirena - Seres Mitológicos y Fantásticos

    Hace ya mucho tiempo, en un pequeño pueblo cerca de Escocia, una historia de amor nació de la tragedia. Meredith era la princesa de uno de los 7 reinos marinos, entre todas, era la más querida y adorada. Pero la intrusión de los piratas había llevado a un destino casi perdido. 


    Una noche, los piratas entraron al mar. Nunca se habían atrevido, pero entraron. Llevaban unas vestimentas raras y pegadas, y una especie de cajas en sus cabezas. Meredith recordaba verlo todo desde su habitación. Vio como el humo rojo que lanzaron ellos se esparcía sobre el reino, y como todos y cada uno de sus habitantes caía rendido a la arena. No hubo tiempo de reaccionar, no tardó mucho en llegar a ella. 


    No recordaba mucho del tiempo en el que estuvo captiva. Lo único que sabía era del dolor agonizante en su espalda, y la luz blanca que constantemente aturdía sus ojos. Tampoco recordaba cómo había salido, ni en qué momento entró al bosque. En medio de los altos árboles blanquecinos, yacía ella en un estado cercano a la muerte. Su piel, normalmente pálida, estaba enrojecida por la temperatura que su cuerpo estaba alcanzando. Sentía sus huesos debilitarse conforme pasaban las horas, y sus primeras piernas la habían llevado de boca al suelo en muchas ocasiones. La desnudez de su cuerpo no ayudaba, aunque dudaba que las ropas que anteriormente había usado al visitar el mundo humano le hubieran ayudado a sobrepasar el frío. Daba vueltas en círculos, o al menos así lo sentía. Los mismos árboles, los mismos arbustos, la misma maldita nieve acumulada en el suelo. Quería rendirse, pero no podía; tenía que buscar una manera de salir de allí. Su pueblo la necesitaba. Ella tenía que saber quienes estaban con vida. Solo debía soportar un poco más. 


    No lo hizo. Al menos no por mucho más tiempo. Otra laguna apareció en su memoria, y de pronto se encontraba en un lugar muy cálido, rodeada de la tela más tersa que alguna vez había tocado en su vida. Le tomó un tiempo registrar dónde estaba. Su cabeza le dolía y veía destellos cada vez que abría los ojos. Pero en poco tiempo entendió que se encontraba en un hogar humano, como el que les enseñaron desde pequeños. Con ese gran cuadrado que despedía una cosa naranja (del cual no recordaba su nombre), y el animal más raro que había visto en su vida, muerto y disecado, colgado en la pared de madera.


    —Despertaste— pronunció una voz. Meredith se sobresaltó en su lugar al oír la puerta rechinar y abrirse, y por inercia se encogió en su lugar al reconocer la voz de un hombre. —Sé que necesitas agua, ya sabes, pero no tenía así que tuve que ir al pozo, y luego fui a la fogata comunal para calentarla y que no te congeles más. Estabas en un estado hipotérmico cuando te traje. —Meredith reconoció el tono amable en la voz, y confundida se puso a escuchar. 


    Dante era el nombre de aquel hombre, la había encontrado en el bosque casi muerta y prometió ayudarla a encontrar su hogar nuevamente. 


    —¿Por qué lo haces?— cuestionó Meredith. Ambos caminaban en el bosque, siguiendo el camino hacia la salida. Dante estaba empeñado en llevarla al mar. 


    —Porque eres una princesa, ¿no? Y tu reino fue atacado. Me suena a que te necesitan. 


    —Si. Pero tú no me debes nada. ¿No se supone que los humanos son así? Sólo ayudan cuando les conviene… o al menos es lo que he aprendido. No te ofendas, solo he tratado con un humano en mi vida así que no se.


    —No todos los humanos somos como los piratas, ¿sabes? La mayoría de las personas que conozco te ayudarían igual, sin dudarlo, y sin esperar nada a cambio. Es parte de nuestra esencia. 


    El viaje estaba yendo sin ningún inconveniente. Pronto Meredith se encontró cómoda con Dante, ambos disfrutaban de la compañía del otro. Las heridas de Meredith se cerraban poco a poco, pero su preocupación por los piratas quienes la secuestraron por primera vez era mucho mayor conforme pasaban los días. Con razón pues, tan solo unas semanas después de iniciar el camino de vuelta a casa, los piratas volvieron a encontrarla. 


    Pasaban por el pueblo más cercano al mar. Meredith llamaba mucho la atención de los lugareños por su cabello del mismo tono de la nieve, y sus grandes ojos rosados. Alguien debió avisarles a los piratas. Dante ya había escuchado que ofrecían una larga suma de dinero por cualquier información de la peculiar chica con ojos rosados. 


    La confrontación fue breve pero letal. Meredith ya estaba preparada. Dante le había dado unos polvos tóxicos que los matarían al instante. Cuando intentaron tomarla en medio de la noche, tan cobardes como la primera vez, solo bastó aporrear los envases de cristal en sus manos y en cuestión de segundos cayeron al suelo inmóviles. 


    El momentáneo placer que sintió al acabar con la vida de sus captores no duró mucho, pero poco a poco se desconectó del tema. Lo mejor era enfocarse en volver a casa. El camino se fue en un suspiro sin el peso de los piratas encima. Meredith se sorprendió de sentirse desolada con la idea de separarse de Dante. Luego de que la hubiera ayudado y que pasaran ese poco tiempo juntos, se sentía como si se conocieran de años, y ella tenía el pequeño anhelo de seguir teniéndolo a su lado por el resto de su vida. 


    —Entonces aquí nos separamos—Meredith dijo. Ambos estaban en la orilla de la playa, sentados en la arena. 


    —Tal vez.. —Dante paró abruptamente y negó con la cabeza—Olvídalo. 


    Meredith lo miró—No, dime. 


    —Tal vez, ¿sería posible quedarnos juntos? Al menos por un poco más de tiempo. —Dante preguntó. 


    —Sabes que no puedo quedarme aquí, han pasado semanas. Tengo que asegurarme de que todos estén bien. Y mi coronación será pronto. No puedo quedarme en el mundo humano. 


    —... ¿No sería posible que yo viviera en tu mundo? 

    Meredith lo miró sorprendida hasta que sonrió y tomó su mano. 



Autoras: Maite Alfaro y Mariana Soto 





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